La isla tiembla cada vez con más frecuencia. Los enjambres sísmicos anuncian la eminente erupción de un nuevo volcán. Una de esas sacudidas derrumba la entrada de una cueva y deja al descubierto un cuerpo momificado según ancestrales ritos aborígenes.

El sargento Pablo Eiroa, adscrito a la unidad de Policía Judicial, sospecha sin embargo que no se trata de una centenaria momia guanche, lo que confirma cuando un nuevo suceso saca a la luz otro cuerpo en idénticas condiciones. El patrón se repite.

Al cotejar la lista de personas desaparecidas en la isla durante los últimos años surge un terrible rastro coincidente. Un asesino, o varios, ha venido secuestrando y momificando a jóvenes mujeres siguiendo un plan y un propósito que solo esa mente enferma conoce.

Eiroa necesita de los conocimientos de la arqueóloga Judith Nogales, una mujer de vida extraña y pasado tormentoso. Juntos avanzan en la investigación, y, al mismo tiempo, en una atracción mutua que los lleva a descender por la espiral de la pasión y la culpa, enfrentándose, como dos espejos, a sus temores más escondidos.

Pero el asesino continúa inexorable con su ritual, y ahora, con la isla bajo el rugiente volcán, el sargento se ve abocado a una búsqueda desesperada porque de pronto descubre que su propia vida, todo lo que él ama, forma parte de ese plan macabro.